Pape Satan Pape. Satan aleppeDante Alighieri
Me
doy tregua y no abordo el tema omnipresente: el desmoronamiento del
país. Y prefiero un tema que sobrevive porque no sólo han de fracasar
las fuerzas del bien.
* * *
—En
mi tradición teológica el Diablo nunca jugó papel alguno. De niño lo
asociaba con estampas de cuentos, reproducciones de Posada, delirios de
monaguillos. A ninguno de mis compañeros les oí jamás hablar del
demonio, que por lo visto desde hace mucho no forma parte de la cultura
urbana. Lo que sí, el adjetivo diabólico calificaba con frecuencia
crímenes o, muy de vez en cuando, inteligencias y comportamientos.
—El
Diablo como obsesión teológica fue engullido por el cine. No sólo
pienso en El exorcista o la interminable serie de La profecía (The
omen), en la que el demonio, el Anticristo y la niñez inteligente son
una y la misma cosa. Hollywood, desde Intolerancia de Griffith, y el
cine europeo con La brujería a través de las edades representan el
demonio en forma tan carnavalesca que obstaculizan su influencia sobre
la gente. El cine banalizó primero y trituró después a Satán.
—Lo
más perdurable del demonio es la leyenda fáustica. Los más incrédulos
en algún momento se sienten Fausto, y quieren cambiar su alma por la
juventud. Si el demonio no tentó a Jesús, sí tienta y con energía a los
millones de Faustos, insatisfechos con la edad y con la falta de una
pasión arrebatadora.
—A cambio del
demonio, que se extingue en el humor masivo con llamas y tridente y
colas y cuernos, el mal se impone como realidad en el siglo XX. Hitler,
Stalin, Mao, Pol Pot son sus emanaciones, y al mal no lo desgastan ni
el cine ni la novela, ni El silencio de los inocentes. El mal está en
la tortura, en la nota roja, en los asesinatos. Lo demoniaco es el
museo del mal.
—El Satán que tienta a
Job es más un fiscal que valora el alcance de la virtud humana que un
ser malo empeñado en destruirlo. Sin embargo, la rebelión de los
ángeles, tan bellamente descrita en la pintura de los siglos XVI y
XVII, y tan admirablemente grabada por Doré, es uno de los momentos
portentosos de la mitología, tanto que es complicado creer en su
contenido alegórico. Si esto no sucedió, el mal se empequeñece. ¿Cómo
prescindir del sueño de la existencia real de Belcebú, el señor de las
moscas? Exclama Darío en Los motivos del lobo: “¿Te ha infundido acaso
su rencor eterno Luzbel o Belial?”
—La
muerte de Cristo garantiza la victoria final del bien sobre el mal.
¿Pero qué pasa mientras? ¿Tenemos que esperar al fin de los tiempos, a
la victoria de la angelología? Recuerdo versículos 8-11:
“Otra vez le pasa el Diablo a un monte muy alto, y le muestra todos los reinos del mundo, y su gloria.
“Y dícele: todo esto te daré si postrado me adorares.
“Entonces Jesús le dice: Vete, Satanás, que escrito está: ‘Al Señor tu Dios adorarás y al Él sólo servirás’.
“El Diablo entonces le dejó, y he aquí los ángeles llegaron y le servían”.
Pero,
arguye el ser humano, eso lo hace Jesús porque es Dios, ¿y yo por qué
tendría que rechazar la oferta? Y aquí se instala la mercadotecnia de
Satán.
—Satán en hebreo es oponerse.
La Septuaquinta traduce Satán por diábolos y da origen a la voz diablo.
Es el tentador, el impostor, el memorioso, el aspirante original a la
inmoralidad. En la tradición judía forma parte de la atmósfera
interior. En la cristiana radica en el infierno, el lugar bajo la
tierra. Dice el Salmo 109, vers. 6: “Pon sobre él al impío, y Satán
está a tu diestra”. Son lo imperdonable, según segunda de Pedro 2:4:
“Porque si Dios no perdonó a los ángeles que habían pecado, sino que
habiéndolos despeñado en el infierno con cadenas de oscuridad, los
entregó para ser reservados al juicio”. Y en la epístola universal de
San Judas Apóstol capítulo 1 (y único) versículo 9 se afirma: “Pero
cuando el arcángel Miguel contendía con el diablo, disputando sobre el
cuerpo de Moisés, no se atrevió a usar de juicio de maldición contra
él, sino que dijo: ‘El Señor te reprenda’”. Y un poco antes San Judas
señala las penas carcelarias asignadas a los rebeldes: “Y a los ángeles
que no guardaron su dignidad mas dejaron su habitación, los ha
reservado debajo de oscuridad en prisiones eternas hasta el juicio del
gran día”.
Y Apocalipsis 12 del 7 al 9:
“Y
fue hecha una gran batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles lidiaban
contra el dragón, y lidiaban el dragón y sus ángeles. Y no
prevalecieron, ni su lugar fue más hallado en el cielo. Y fue lanzado
fuera aquel gran dragón, sin serpiente antigua, que se llama Diablo y
Satanás, el cual engaña a todo el mundo; fue arrojado en tierra, y sus
ángeles fueron arrojados con él”.
—Según
el Corán, el pecado del Demonio fue no inclinarse ante Adán. Para
otros, el pecado del Demonio es su transparencia: es una fábula que
disimula la existencia del mal, es un lenguaje cifrado de grupos
judíos, es una manera antigua de nombrar males neurológicos (en el caso
de la posesión).
—Cada vez más, el
Demonio es un recurso de las series de terror, más infinitas que el
pecado. Es de hecho un género fílmico, algo devaluado por previsible,
lo que quizá explique por qué la película de Alberto Isaac, titulada
originalmente Viejas jijas del demonio, se llamó al final El rincón de
las vírgenes (sobre el cuento “Anacleto Morones” de Juan Rulfo). Pero
el salto “dialéctico” se ha dado en la cultura popular y el Demonio, en
vez de tentar conciencias, se dedica a sembrar el pánico en butacas y
sofás. Si, como reconoció el Vaticano brevemente, el Infierno es en
rigor la ausencia de Dios, el Demonio es ya la ausencia de atributos en
verdad temibles.
—El genocidio le
quitó al Demonio la titularidad del horror y ya nunca más la ha
recuperado. Y el sicoanálisis despojó a Mefistófeles de la arrogancia de
suponerse el dueño secreto y público de la conciencia. Por un lado,
las realidades de la destrucción de lo humano, y por otro, la certeza
de que no hay fuerzas del Averno superiores a los desequilibrios y
desastres anímicos.
Carlos Monsiváis
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