CIUDAD DE
MÉXICO, 24 de agosto.- En los últimos meses ha crecido la devoción
hacia dos santos de la Iglesia católica, pero ello no se debe a una
cruzada evangelizadora de la institución religiosa, sino al incremento
de la delincuencia, lo cual ha provocado que los feligreses pidan la
intercesión y se refugien en lo divino para enfrentar al crimen.
San
Benito Abad, un santo al que se pedía originalmente su auxilio en los
exorcismos para erradicar al maligno y, por otra parte, el Santo Niño
Cautivo, representación del Niño Dios, han ganado devotos en la
Catedral de la Ciudad de México y en parroquias de todo el país,
particularmente en el norte de la República.
“Santísimo confesor
del Señor; Padre y jefe de los monjes, interceded por nuestra santidad,
por nuestra salud del alma, cuerpo y mente. Destierra de nuestra vida,
de nuestra casa, las asechanzas del maligno espíritu. Líbranos de
funestas herejías, de malas lenguas y hechicerías”, dice la oración al
también conocido como San Benito de Nursia, que se difunde actualmente.
Aunado
a ello, la medalla de San Benito, utilizada en el rito del exorcismo,
se ha convertido en una de las más buscadas en las tiendas de artículos
religiosos. El objeto, de acuerdo con quienes la portan, se utiliza
como una protección ante el demonio que se manifiesta con los múltiples
hechos de inseguridad que acontecen.
Elaboradas de aluminio,
alpaca, plata o chapa en oro, la medalla se utiliza lo mismo para
portarla en carteras, como pulsera, en las puertas de las casas o en
los comercios. En el anverso de la medalla aparece San Benito con la
Cruz en una mano y el libro de las Reglas en la otra con la oración: “A
la hora de nuestra muerte seamos protegidos por su presencia”.
En
el reverso se muestra la Cruz de San Benito y un círculo con la
siguiente leyenda: Abajo contigo Satanás, para de atraerme con tus
mentiras, venenosa es tu carnada. Trágatela tú mismo. Paz”.
San
Benito Abad es uno de los santos primigenios de la Iglesia católica que
vivió entre los años 480 y 447 y se le considera el fundador de la
vida monástica y se le festeja el 11 de julio. Se le recuerda por haber
creado la frase: “ora et labora”, que significa “reza y trabaja”.
Dicha
frase dio pie a muchas de las canciones del compositor argentino
Facundo Cabral, conocido como el mensajero mundial de la paz, quien se
inspiró en sus creencias religiosas para honrar a Dios y reconocer el
valor humano.
El cantante fue asesinado en Guatemala el 9 de
julio pasado, tan solo dos días antes de la fiesta de San Benito Abad, a
quien fue encomendado su descanso en el país centroamericano, pues la
velación de su cuerpo coincidió con la festividad del santo, que por
cierto también ha ganado adeptos en Guatemala.
Benito de Nursia
es reconocido como el santo patrón de Europa y entre sus devotos se
cuenta al ahora beato Juan Pablo II, quien en reiteradas ocasiones lo
recordó como “el padre del monacato occidental, quien marcó la
evangelización de la multitud de pueblos que se extienden por Europa”.
Asimismo,
ante el aumento de la violencia y los secuestros, la Catedral de la
Ciudad de México mantiene abierta la capilla del Santo Niño Cautivo,
representación del Niño Dios, que se encuentra en el recinto religioso
desde hace casi cuatro siglos.
En los últimos años, debido al
incremento de las adicciones y de la inseguridad en el país ha tomado
fuerza la devoción a esta representación de Jesús y a sus pies llegan
peticiones de todo tipo y de diferentes partes del país.
De
acuerdo con fuentes de la Catedral metropolitana, en un principio se
acudía a esta imagen para solicitar la “liberación de la boca” de los
niños que no podían hablar; de los presos que purgaban condenas
injustas y de quienes eran esclavos del alcohol.
Más tarde, se
pidió también por la libertad de los adictos a las drogas, pero,
recientemente, son comunes las peticiones para encontrar personas
extraviadas, para que algún migrante regrese con bien a los brazos de
su familia, pero, sobre todo, para solicitar la libertad de una persona
secuestrada.
La imagen del Santo Niño Cautivo llegó a la
catedral de la Ciudad de México en 1629 y, desde el principio, despertó
la fe de cientos de fieles.
Es una talla en madera realizada en
España por el sevillano Juan Martínez Montañez. Su hechura fue
solicitada por el mexicano Francisco Sandoval quien pretendía
obsequiarla a la catedral.
Sin embargo, cuando el donante
regresaba en barco con la imagen, fue secuestrado por piratas y llevado
a Argel. Aquel hombre solicitó, entonces, a sus secuestradores que,
mientras llegaba el pago de su libertad, no llevaran la imagen a una
bodega, sino que le dieran el mismo trato que a él.
Lamentablemente,
la solicitud y pago del rescate demoraron tanto que el cautiverio duró
siete años, por lo que en el viaje de regreso falleció Sandoval. La
imagen llegó a la catedral metropolitana acompañando los restos de su
donante.
Desde entonces, el Santo Niño Cautivo muestra en sus
manos unos grilletes de plata que recuerdan su cautiverio. Por esta
razón, a través de ella, comenzó a invocarse la ayuda divina en favor
de la libertad física y espiritual de muchos fieles cautivos.
Cada quien para su santo
Mientras las víctimas de la delincuencia le rezan a San Benito, los narcotraficantes le piden a Malverde:
En
Culiacán, Sinaloa, hay un templo dedicado a Jesús Malverde, el llamado
santo de los narcos. Los lugareños venden librillos que contienen la
siguientes oración:
“A ti, Jesús Malverde, que te han llamado ‘el
santo de los que hablan fuera de la ley’, a ti nada te espanta. Tú
mismo anduviste fuera de la ley y bien sabías por qué lo hacías. Tú
supiste lo que era esconderse y andar a salto de mata y contener la
respiración para que no te descubrieran, por eso ahora te pido:
vuélveme invisible a los ojos de los que me persiguen”.
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